Por la gracia de Dios, he vivido una vida mayormente protegida, ya que crecí en un hogar
cristiano y siempre he tenido acceso a buenos ejemplos. Para ser clara, he tenido mi propia cuota de batallas internas y externas con el pecado y he pasado por sufrimientos. Estoy en mis treintas y nunca me he casado ni tenido hijos. Pero entiendo la lucha que puede tener un aconsejado cuando viene a mí buscando ayuda con su matrimonio, crianza de sus hijos, o un problema específico que no he experimentado personalmente. Me han dicho en varias ocasiones, normalmente con mucha amabilidad: «Eres joven, nunca te has casado ni has tenido hijos, y tampoco has pasado por lo que yo he pasado, No estoy segura si debería pedirte ayuda con este problema». Cuando esto surge en mi consejería, trato de recordar algunas verdades que me ayudan a responder de la mejor manera y cuidar a mi aconsejado. Si has enfrentado comentarios similares o a veces te has preguntado lo mismo, espero que los siguientes puntos te animen.
- Sé agradecido por la honestidad y busca la humildad
En lugar de ponerme a la defensiva, puedo estar agradecida de que mi aconsejado haya sido transparente sobre un desafío que está enfrentando en nuestra relación de consejería (1 Pedro 3:8). Quiero ser rápida en reconocer que estoy limitada en mis experiencias y conocimientos. Y la realidad es que, incluso si me encontrara en una situación similar o en una etapa de vida parecida, aún no sabría cómo mi aconsejado está procesando y pasando por su propia situación. Sin embargo, también les doy amablemente el ejemplo de que en la Palabra de Dios recibimos mucha instrucción sobre el matrimonio y la crianza de nuestros hijos de Pablo, quien no estaba casado (1 Corintios 7:1-14; Efesios 5:22-6:1-4; Colosenses 3:18-21). Y también les recuerdo que, afortunadamente, nuestro objetivo juntos será someternos a la Palabra de Dios y no a la opinión de otros.
- Estar dispuesto a aprender de su experiencia
La experiencia no es suprema. Pero aquí quiero reconocer que podemos aprender de las experiencias. De hecho, Pablo nos advierte de caer en la idolatría al recordarnos los fracasos de Israel en el desierto y cómo también debemos tener cuidado de no caer (1 Corintios 10:1-12). Ha sido beneficioso estar atenta para escuchar y observar qué miedos comunes, procesos de pensamiento y preguntas pueden surgir en diversas situaciones. Escuchar historias y luchas me ayuda a tener categorías de tentaciones potenciales que podrían estar presentes en otros. Esto también ayuda en uno de los componentes clave para establecer una relación con mis aconsejados (Proverbios 18:13). Si he tenido luchas similares a las de mi aconsejado, a veces puede ser útil brindar simpatía y palabras específicas para lo que están pasando. Además, me ha permitido testificar de experiencia personal sobre la suficiencia de Dios y Su Palabra en darnos todo lo que necesitamos para proceder de tal manera que lo honre (2 Corintios 1:3-7).
- Solo Jesús puede conocer y entender perfectamente
Les hago saber a mis aconsejados que trataré de hacer lo mejor posible para hacer preguntas y entender por lo que están pasando. Esto es importante para poder ministrar adecuadamente la Palabra de Dios a sus corazones. Sin embargo, soy muy cuidadosa de no afirmar que «lo entiendo completamente» o que «sé exactamente cómo te sientes». En cambio, trato de elevar su mirada a nuestro sumo sacerdote, Jesucristo, quien conoce perfectamente lo que están atravesando y tiene un poder incomparable para darles gracia en su tiempo de necesidad (Hebreos 4:15-16). He notado que muchos aconsejados se sienten desanimados por el hecho de que las personas, especialmente las más cercanas a ellos, no parecen entenderlos tan profundamente como les gustaría. Aunque eso puede comenzar como un buen deseo, una manera importante de evitar que se convierta en un deseo idólatra es recordar que solo Jesús conoce y entiende plenamente, y es nuestra fuente de refugio y esperanza (Salmo 73:25-26).
- La Palabra de Dios reina sobre nuestras experiencias
Al final del día, debemos someternos a la Palabra de Dios, donde Él nos da explicaciones y nos guía en todo lo que necesitamos (Proverbios 3:5-6). La Palabra de Dios ilumina cómo interpretar y responder en cualquier circunstancia (Romanos 12:2). Nuestra experiencia no es la autoridad final y tampoco tiene el poder de torcer la Palabra de Dios según nuestras preferencias. Nuestra tarea es ver nuestras experiencias a través de la perspectiva de la Palabra de Dios para responder de manera santa y agradable al Señor (2 Pedro 1:19). Esto es algo que podemos celebrar y encontrar gran libertad al saber que nuestra identidad y propósito se encuentran en Cristo y no en nuestras circunstancias.
Espero que estas lecciones y reflexiones que he aprendido en los últimos años te ayuden a balancear adecuadamente los límites y beneficios de tus experiencias y la suficiencia de las Escrituras, a la luz de lo que no has experimentado personalmente.