“¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?” Lucas 15:4.
En Lucas 15, los líderes religiosos estaban molestos con Jesús. Algunas personas con vidas desordenadas se estaban acercando para escuchar las instrucciones de Jesús sobre el Reino de Dios, y a los líderes no les gustó. Se quejaron y murmuraron que esto era inapropiado, indecoroso y fuera de lugar. Pensaban que Jesús debería evitar juntarse con gente así.
Una ética distinta
Los líderes religiosos tenían razón. Después de todo, las personas «arruinadas» eran recaudadores de impuestos y pecadores. Ambas categorías de personas eran detestables por una buena razón. Los recaudadores de impuestos eran anatema porque eran los responsables de sostener al gobierno romano que estaba ocupando la tierra que Dios había dado a su pueblo. También eran conocidos por recaudar más impuestos de los que necesitaban para llenar su propia cartera. Luego estaban los pecadores, que eran, bueno… pecadores. Los fariseos y los escribas cultivaban cuidadosamente una reputación de obediencia. ¡Qué escándalo para Jesús asociarse con gente que se rebelaba abiertamente contra la manera de hacer las cosas de Dios!
Jesús no defiende la pecaminosidad de los pecadores. Tampoco justifica las fechorías financieras de los recaudadores de impuestos. Sin embargo, sí defiende el pasar tiempo con esas personas al replantear el pensamiento de los fariseos. Él apunta a los líderes judíos hacia una ética distinta.
El corazón de Dios
Él hace esto al contar una historia sobre una oveja perdida y una moneda perdida. En cada historia se pierde el objeto respectivo, lo que exige una búsqueda minuciosa. Jesús plantea dos preguntas penetrantes: “¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla?” (Lucas 15:4). ¿O qué mujer, si tiene diez monedas de plata y pierde una moneda, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado hasta hallarla? (Lucas 15:8).
Sus preguntas señalan lo obvio. ¡Por supuesto que vas en busca de la oveja perdida! ¡Por instinto inicias una búsqueda por la moneda perdida! Cualquier persona con uso de razón sabe que es mejor y más sabio dedicar todo el esfuerzo necesario a las que faltan y necesitan ayuda, en lugar de a las que están bien e intactas. Tal razonamiento tan obvio es una acusación contra los fariseos. Su obsesión por la obediencia les llevó a perder de vista el corazón de Dios. Estaban ocupados sintiéndose cómodos en su pequeño “grupo justo”, y acusando a los de afuera cuando deberían haber estado moviéndose hacia la gente herida, pecadora y problemática con el amor de Dios.
Una tarea evitada
Esta es una corrección que todos necesitamos de vez en cuando. Cualquiera que ha sido cristiano por más de unos meses sabe lo reconfortante que es estar con aquellos que están en nuestro pequeño grupo de cristianos que lo entienden. Hay pocas cosas tan reconfortantes como sentarse con gente que es como nosotros, sin tener que preocuparse por personas que no están de acuerdo con nosotros o que tienen un montón de problemas.
Una de las maneras en que los cristianos hacen esto es evitando la tarea de aconsejar. La gran mayoría de los cristianos que conozco que evitan la consejería no lo hacen porque piensan que la Biblia no tiene respuestas para los problemas de consejería. La evitan porque no quieren la molestia. Es demasiado duro sentarse con alguien con un problema difícil y complicado. Es demasiado desafiante tratar de desenredar el nudo del pecado en la vida de un transgresor habitual. Es mucho más cómodo sentarse con gente que es como nosotros—gente que conocemos, nos agrada, gente en la que confiamos y con la que nos identificamos —y hablar de todas esas otras personas con problemas, y de lo contentos que estamos de no ser así.
Merecemos la acusación que recibieron los fariseos. Cuando los fariseos se quejan de que Jesús se asocia con los injustos, Él les corrige que la vida de un verdadero seguidor de Dios no es la vida de sentarse a juzgar a las personas con problemas. Es, más bien, la vida de rescatar a esas personas. Siempre que nos alejamos de las personas con problemas en lugar de acercarnos a ellas, demostramos un defecto que Jesús quiere que cambiemos. El llamado en nuestras vidas de seguir a Cristo es el llamado a ir hacia las personas con problemas.
El llamado a la consejería
Apuesto a que ese grupo de pecadores y recaudadores de impuestos era un grupo bastante arruinado. Apuesto a que había adúlteros, mentirosos, violadores, abusadores de niños y toda clase de malvados en el grupo. Estoy seguro de que algunas personas en la multitud habían llevado vidas de rebelión pecaminosa las cuales necesitaban años de infusiones masivas de gracia para que se produjera la plenitud del cambio. A pesar de lo desagradables que debieron haber sido las personas, y de lo difícil que era ayudarlas, Jesús muestra su corazón siendo uno que se mueve hacia ellas.
Oh, cómo necesitas parecerte más a Cristo en este sentido. Ya sea que leas esto como alguien que nunca aconseja, que no aconseja tanto como podría, o que se dedica a la consejería, todos necesitamos ser recordados que la consejería no es una carga que debamos evitar o de la que debamos quejarnos. Por el contrario, cuando nos acercamos a las personas con problemas en esta vida, estamos demostrando poderosamente el corazón de Cristo cuando se acerca a las personas que necesitan gracia y ayuda.
El articulo «Consejería y el corazón de Cristo» (Counseling and the Heart of Christ) fue publicado originalmente el 16 de octubre de 2013.