Aprende a dar esperanza. Esta es una de las habilidades esenciales que debe desarrollar un consejero bíblico. Alguien hábil en dar esperanza será un bálsamo para un alma herida. Hay momentos en la consejería que son formales y duran pocas horas, pero muchos son informales y pueden durar sólo unos minutos. En ambas situaciones y en cada momento debemos desarrollar nuestra habilidad de usar la verdad de la Palabra de Dios para brindarle a las personas esperanza. Eso significa que cualquier capacitación que demos en la iglesia debe incluir enseñarles a las personas cómo darse esperanza unos a otros.
La esperanza es la anticipación del bien basada en las promesas de Dios (Salmo 31:24; Romanos 8:28). La esperanza se basa en la gracia de Dios y está atada a nuestra relación con Él y a nuestro ejercer de las disciplinas de la gracia (Salmo 130:5). Cuando aprendemos a pensar bíblicamente acerca de la vida y nos encomendamos a Dios, producimos esperanza.
La esperanza da vida
La esperanza es vital para traer consuelo y confrontar el pecado. La esperanza nos da estabilidad y la seguridad de que pasaremos la eternidad con Cristo. Nos da valentía y confianza. Nos da alegría. La esperanza nos permite resistir las pruebas y darle la espalda al pecado. Nos da la fuerza para trabajar duro y perseverar. La esperanza nos impulsa a cantar alabanzas y ofrecerle agradecimiento continuo a Dios (Lamentaciones 3:18-25).
Sin esperanza, somos tentados a la incredulidad y desobediencia contra Dios. Ésta es la preocupación de muchos de los escritores del Nuevo Testamento cuando escribieron a iglesias que enfrentaban el caos y las pruebas de una vida afectada por el pecado. Permanezcan firmes,” “crean,” y “permanezcan confiados,” son exhortaciones comunes. Esto es fácil de decir, pero es difícil de practicar. Y lo que lo hace todavía más difícil es que debemos mantenernos firmes una, tras otra, tras otra vez. No podemos simplemente estar firmes una sola vez y terminar. Debemos perseverar firmes.
El estar firme es esencial para vivir la vida cristiana. ¿Cómo nos mantenemos firmes? ¡Teniendo esperanza! La esperanza en las promesas de Dios, las cuales son respaldadas por Su carácter y Su Palabra, producen firmeza/perseverancia (2 Corintios 4:17; 1 Tesalonicenses 1:3). La firmeza produce semejanza a Cristo y nos garantiza nuestro futuro hogar donde estaremos con Cristo y Él con nosotros para siempre.
Proveer esperanza
A continuación, se muestran algunas formas de ayudar a las personas a desarrollar y mantener una actitud de esperanza:
1. Ayúdales a desarrollar una relación vital con Dios y con personas llenas de esperanza.
2. Ayúdales a enfocarse en los atributos de Dios que son más relevantes a los problemas que están enfrentando. Por ejemplo, si alguien está sufriendo las consecuencias de su propio pecado, entonces dirige su atención a pasajes que revelan de manera particular a Dios como misericordioso, tales como 1 Juan 1:9, Efesios 2:4, y Deuteronomio 8. Aquí vemos el testimonio de Dios caminando con y proveyendo para los israelitas mientras enfrentaban las consecuencias dolorosas provocadas por la disciplina de Dios.
3. Ayúdales a aplicar las Escrituras a su situación. Por ejemplo, si un niño enfrenta agresión diaria de un compañero de clase, minístrale con las palabras de Romanos 12:21: “No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal” (LBLA). Pregúntale: “¿Hannah ha sido mala contigo?”, “¿Ha cometido maldad?”, “¿Qué dice Dios que debemos hacer cuando alguien nos trata mal?”, “¿Qué bien puedes hacerle a Hannah?”, “Pensemos en formas en las que puedas hacerle el bien a Hannah”.
4. Ayúdales a considerar la frecuencia con la que otras personas han enfrentado situaciones similares con éxito, especialmente Jesús (Hebreos 4:14-16).
5. Ayúdales a orar y aprender cómo hacerse cargo de sus pensamientos, hablándose a sí mismos en lugar de escucharse a sí mismos (Filipenses 4:8).
6. Ayúdales a reconocer que como creyentes estamos libres de la esclavitud al pecado y de circunstancias externas (Romanos 6:11).
7. Ayúdales a identificar y confesar su propio pecado, asumiendo la responsabilidad por sus pecados y planeando un procedimiento bíblico y específico para efectuar el cambio (Salmo 32:1-5; 1 Juan 1:9).
8. Interésate más en ellos que en su problema.
9. Señálales a Cristo (Hebreos 12:2).
10. Ora por ellos (Colosenses 1:3-14, en especial 6, 9-12).
11. Sé compasivo (Hebreos 2:14-18).
12. Sé gentil y humilde (Mateo 11:28-30; Gálatas 6:1).
13. Esfuérzate por comunícate bien (Efesios 4:29).
14. Esfuérzate por escuchar bien (Proverbios 18:13; Salmo 116:1-2).
15. Ámalos (1 Corintios 13:1-7).
Esperanza en un minuto
La lista anterior suena bien, pero muchas de las formas mencionadas asumen que estamos pasando bastante tiempo con alguien. Muchas de nuestras oportunidades para aconsejar surgen de improviso después de un servicio de adoración un domingo por la mañana o incluso en la tienda. ¿Qué podemos hacer cuando alguien nos cuenta espontáneamente la historia de su prueba? No es el momento apropiado para hacer cincuenta preguntas, y no tendremos suficiente información para discernir el problema. Esto nos vuelve incapaces de proveer instrucción bíblica clara que realmente aborde el problema. Entonces, ¿qué podemos hacer? ¡Podemos ofrecer esperanza!
En ese momento, no necesito tener todas las respuestas a la situación de la persona, pero sí conozco al que las tiene. Lo que puedo hacer en ese momento es apuntar a la persona a Cristo y ayudarle a ver la suficiencia de Cristo en el asunto. Puedo asegurarle que me importa y que voy a caminar con él. Algo bueno es ministrarles los pasajes a los que acudimos cuando necesitamos esperanza nosotros mismos. Por ejemplo, a menudo dependo del Salmo 46:1-3: “Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten las aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo” (NBLA). Este pasaje me da una perspectiva esperanzadora sobre mi situación difícil. Me doy cuenta de que, sin importar la severidad o intensidad de mi problema, Dios está ahí y me recibe con gusto, escuchándome para darme descanso y fuerzas para enfrentar y soportar mi prueba. Ten siempre a la mano pasajes como éste, para que en el momento oportuno puedas dar esperanza.
¿A qué Escritura acudes en busca de esperanza? ¿Qué Escrituras prepararás para ministrar a otros? ¿Cómo das esperanza? ¿Cómo darás esperanza?