Dios nos ha concedido tanto a mi iglesia como a mi familia el privilegio de nacer y vivir en México, un país tercermundista (en vías de desarrollo). Aquí, la violencia, las enfermedades y las injusticias están a la orden del día. He tenido el privilegio de aconsejar a muchas personas y también de ser aconsejado muchas veces en medio del sufrimiento (y sé que seguirá siendo necesario al vivir en un mundo caído). Una cosa puedo decir con certeza al haber presenciado todo esto: la gente quiere librarse del dolor de inmediato. Aun para los cristianos, el dolor que Dios permite puede llegar a ser despreciado. Las personas en general tratan de deshacerse de él a como dé lugar, con medicación, con drogas, con alcohol; pero no quieren el sufrimiento ni quieren ver ningún tipo de propósito ni bendición a través de él.
Nuestro mundo está quebrado por el pecado y el sufrimiento es un producto de ello; de hecho, es algo que inevitablemente nos sobrevendrá a todos los que vivimos, seamos incrédulos o creyentes. Y cuando llega, puede ser afrontado y asumido de manera pecaminosa o piadosa. El mismo apóstol de los gentiles, Pablo, no fue exento del sufrimiento, ni del deseo de querer librarse de él.
El sufrimiento es ineludible pero no insoportable
En 2 Corintios 12:1-10 Pablo habla de esto para mostrar que, a pesar de haber tenido una cercanía profunda con Dios, él mismo no fue librado del dolor. Más bien, tuvo que aprender a vivir con él para que la gracia de nuestro Señor Jesucristo le fuera siempre suficiente. Su “aguijón en la carne” fue un mensajero que Dios le concedió para que el apóstol mantuviera los pies en la tierra y los ojos en el cielo.
Hace algunos años tuve problemas con una muela. El dolor era terrible, sobre todo en las noches. Llegó un punto en el que el dolor no me permitía dormir. Alguien me compartió un secreto milenario que me ayudó: Aquí en México usamos una especia llamada clavo de olor (clove), al masticarla y colocarla entre la encía y la muela afectada, produce un efecto anestésico.
Me sentí tan aliviado que incluso llegué a pensar que podía pasar el resto de mis noches masticando un poco de esto. ¡Estaba muy equivocado! El clavo de olor no agravó mi problema —Me ayudó mucho en medio del dolor—, pero no constituía la solución. Solo trataba el síntoma, no la enfermedad.
Esto puede ilustrar perfectamente el asunto que tratamos aquí: la esperanza de alivio puede compararse con ese clavo de olor, mientras que la esperanza de redención representa la intervención del especialista que lleva a la verdadera cura.
Para este fin, podemos definir la esperanza de alivio como la confianza que se le provee a un aconsejado, otorgándole descanso emocional frente a las circunstancias. Sencillamente, dar palabras de ánimo para minimizar o anestesiar el dolor.
La esperanza de alivio se centra en la comodidad temporal, mientras que la esperanza de redención apunta a una transformación eterna
Pero la esperanza de redención va más allá. No se trata de una confianza en las posibilidades, sino de una espera dirigida hacia una recepción favorable. Me atrevo a decir que conlleva cierto alivio, pero no uno centrado en las bendiciones terrenales como la quietud, sino en las celestiales como las moradas que tenemos aseguradas en Cristo (Efesios 1:3). Mi mirada al futuro repercute en mi alma en medio de las circunstancias presentes (Colosenses 3:1-3).
En palabras de C.S. Lewis:
«Podemos ignorar incluso el placer. Pero el dolor insiste en ser atendido. Dios nos susurra en nuestros placeres, habla en nuestra conciencia, pero grita en nuestros dolores: es su megáfono para despertar a un mundo sordo…. Sin duda, el dolor como megáfono de Dios es un instrumento terrible; puede conducir a una rebelión definitiva y sin arrepentimiento. Pero da la única oportunidad que el hombre malo puede tener para enmendarse. Quita el velo; planta la bandera de la verdad dentro de la fortaleza del alma rebelde1C.S. Lewis, The Problem of Pain«.
La eficacia de la esperanza de redención mostrada por los santos del Antiguo Testamento
La esperanza de redención está relacionada con el fortalecimiento y consuelo que se experimentan al reconocer la seguridad del cumplimiento futuro de la obra de Cristo en nosotros. Fiel es el que prometió (Hebreos 10:23). Esta esperanza no se basa en lo que el “yo” puede hacer o ignorar, sino en lo que Cristo ya ha hecho por nosotros y en la recompensa futura que Él ha garantizado. Esta es la clase de esperanza que sostuvo al fiel Job en medio del terrible dolor en su vida; quien, aun agonizando, buscaba a Dios. Por esa esperanza, él pudo exclamar:
“Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo”. Job 19:25
Solo basta leer todo el capítulo 19 para darnos cuenta de cuán angustiado y abatido estaba. Pero esa respuesta de su corazón fue piadosamente dirigida a la búsqueda de las promesas de Dios, para obtener el descanso de su alma independientemente de sus circunstancias.
Esta verdadera esperanza te brinda la perspectiva de Dios para afrontar el sufrimiento en este mundo.
Reconocer el veredicto de Dios sobre este mundo quebrado, pero además ser reconciliados con Él por el sacrificio de Cristo, nos otorga el don de una visión realista: el sufrimiento es algo seguro e inevitable para todas las criaturas (Juan 16:33), pero también es temporal (2 Corintios 4:17). Lo mejor está por venir, y es tan grandioso que puede sostenernos incluso en medio de nuestras debilidades presentes.
Esta esperanza de redención fortaleció la fe del profeta Habacuc quien, estando abrumado ante todo lo que su pueblo estaba a punto de enfrentar a manos de los caldeos, declaró que el justo vivirá por la fe. Incluso en medio de tan terrible panorama, resolvió:
“Aunque la higuera no eche brotes, ni haya fruto en las viñas; Aunque falte el producto del olivo, y los campos no produzcan alimento; Aunque falten las ovejas del redil, y no haya vacas en los establos, con todo yo me alegraré en el Señor, me regocijaré en el Dios de mi salvación. El Señor Dios es mi fortaleza; Él ha hecho mis pies como los de las ciervas, y por las alturas me hace caminar”. Habacuc 3:17-19
Enfatizar o simplemente suministrar esperanza de alivio por encima de la esperanza de redención provoca que los aconsejados fijen su vista en lo terrenal, en lugar de toda la bendición espiritual con la que Dios ya nos ha bendecido en los lugares celestiales en Cristo. ¡Dios nos guarde de desplazar la esperanza de redención por una mera esperanza de alivio!