Debido a que vivimos en un mundo lleno de pecado, todos estamos rodeados de personas difíciles. Son nuestros vecinos, nuestros parientes, asisten a nuestra iglesia, conducen por las carreteras… ¡los pecadores están por todas partes! La Biblia nos da herramientas para ayudarnos a vivir junto a los que no son fácil de amar. El Señor Jesús demuestra cómo utilizar esas herramientas de una manera que honra a Dios.
Antes de ver los pecados de otros contra nosotros, la Biblia nos enseña a mirarnos primero a nosotros mismos (Mateo 7:3-5). Necesitamos preguntarnos honestamente si somos la persona difícil en la relación. Tal vez estemos en conflicto debido a nuestro propio pecado. Puede ser que nuestros hijos estén siendo provocados por nuestra disciplina excesiva, sobreprotección, ira, ridiculización o expectativas poco realistas (Colosenses 3:21). Una esposa podría tener una relación difícil con su marido, pero no se da cuenta de su actitud regañona y pendenciera (Proverbios 21:19). Puede que un marido humille y ridiculice a su mujer. Todos podemos ser hipersensibles a las palabras y acciones de los demás («Tampoco tomes en serio todas las palabras que se hablan» Eclesiastés 7:21a).
Una vez que hayamos hecho un examen cuidadoso de nuestras palabras y acciones, podemos echar un vistazo a los pecados de las personas difíciles que nos rodean. Conviene tener en cuenta los siguientes puntos:
- Ora por la persona difícil (Mateo 5:44).
- Ora por ti mismo (Santiago 5:16).
- Pasa por alto la ofensa, si es posible (Proverbios 19:11).
- Si es necesario, ve a la persona en busca de reconciliación (Mateo 5:23-24).
- Involucra a otros cuando sea apropiado (Mateo 18:16-20).
- Busca (y sigue) la consejería de Dios (Proverbios 11:14b).
- No difundas chismes sobre cómo te han ofendido (Salmo 34:13).
- Reconoce que realmente has sido ofendido (Marcos 7:20-23).
- No reacciones pecaminosamente (Proverbios 21:23).
- Busca el bien de la otra persona (Romanos 12:14).
- Busca maneras de servir a la persona problemática (Romanos 12:20).
- Ten un corazón dispuesto a perdonar (Mateo 6:12).
- Deja espacio para que el Señor obre en quien se te opone.
- Sobre todo, mira a Jesús como tu ejemplo («Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis ni os desaniméis en vuestro corazón» Hebreos 12:3).
La reconciliación puede ser limitada («Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres» Romanos 12:18). Podemos ser rechazados y calumniados. Otros pueden difamar nuestra buena conducta en Cristo (1 Pedro 3:16). En otras ocasiones, tenemos que alejarnos de la persona problemática y dejar espacio para que el Señor actúe en la situación.
Dios nos bendecirá cuando recordemos que vivimos para Él («Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» Gálatas 2:20). ¡Qué consuelo obtenemos al saber que nuestro amoroso Padre Celestial gobierna, incluso sobre ese miembro de la familia que es tan problemático! Él recompensa a los que permanecen firmes en la prueba con “la corona de la vida” (Santiago 1:12). Debemos recordar que «aunque padezcamos por causa de la justicia, seremos bienaventurados» (1 Pedro 3:14).
Crecemos en paciencia una vez que admitimos que también somos pecadores, que hemos experimentado el amor de Dios debido a «las riquezas de su gracia, que derramó sobre nosotros» (Efesios 1:7-8). «Dios nos muestra su amor en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8). Cuanto más vivamos en la verdad del amor que Dios tiene por nosotros, aún sin merecerlo, más podremos devolver ese amor a las personas difíciles que nos rodean.
El articulo «Cómo responder a las personas difíciles» (How to Respond to Difficult People) fue publicado originalmente el 2 de mayo de 2017.